El sueño puede afectar de diferentes maneras en el desarrollo de los más pequeños. Hay personas que piensan que el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) puede estar íntimamente ligado al horario, duración y calidad del sueño. De hecho, un elevado número de niños con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad puede haber sido diagnosticado erróneamente y es posible que su único problema sea un sueño insuficiente, insomnio, problemas respiratorios u otros desórdenes que afectan la calidad del descanso.
Según la Federación Española de Asociaciones de Ayuda al Déficit de Atención e Hiperactividad, el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad es una patología psiquiátrica que padece entre un 2 y un 5% de la población infantil. Este trastorno crónico comienza a revelarse antes de los 7 años.
La Academia Americana de Pediatría de Estados Unidos señala que en los primeros 2 años de vida, un bebé debe dormir de 11 a 14 horas diarias; entre los 3 y los 5 años el tiempo de sueño pasa a ser de 10 a 13 horas; entre los 6 y los 12 años, de 9 a 12 horas diarias y entre los 13 y los 18 han de dormirse de 8 a 10 horas. Es una evidencia que los menores de todas las edades se benefician física, mental y emocionalmente de una cantidad adecuada de horas de sueño.
No obstante, cada vez más niños duermen menos de la cantidad de horas recomendada. El Instituto del Sueño asegura que el 60% de los niños españoles no duerme las horas recomendadas y eso, además de predisponer a la diabetes y la obesidad, afecta en muchas esferas del desarrollo infantil (la conducta, el desarrollo escolar, el rendimiento, …). Si los niños duermen menos durante el día, están más dispersos e irritables, aprenden peor y experimentan más dificultades a la hora de relacionarse con los demás. Para evitar estos síntomas, es fundamental seguir una higiene del sueño. Para ello es recomendable:
- Acostarse y levantarse a la misma hora.
- Apagar los ordenadores, televisores, móviles, tablets y pantallas en general, como mínimo media hora antes de irse a dormir.
- No permitir que los niños dispongan de estos aparatos en sus dormitorios.
- Utilizar luz natural en la medida de lo posible, apagando las luces innecesarias y evitando focos de luz en los ojos.
Fuente: El País